EDUCACIÓN SUPERIOR EN EL SIGLO XXI: CONVERGENCIA ENTRE INTERNACIONALIZACIÓN Y EVALUACIÓN Y ACREDITACIÓN
EDUCACIÓN SUPERIOR EN EL SIGLO XXI:
CONVERGENCIA ENTRE INTERNACIONALIZACIÓN Y EVALUACIÓN Y ACREDITACIÓN
Por Adolfo Stubrin
A modo de introducción
Internacionalización y Evaluación
y acreditación son, desde la última década del siglo pasado, dos tendencias
verificables en la Educación Superior latinoamericana. Aunque bastante
independientes entre sí, se atraen
mutuamente y ejercen mucha influencia sobre los sistemas nacionales y las
propias universidades. El propósito de este artículo es rastrear estas nuevas
corrientes, en particular en América Latina, hasta sus nacientes[1].
En este sentido, es necesario hacer un racconto
a los fines de identificar la coyuntura
histórica que los vincula.
La
internacionalización reconoce su remoto origen en el cosmopolitismo de las
unidades académicas de las universidades
europeas medioevales, como instituciones anteriores a los estados nacionales. Fue un régimen de afinidades más
allá de las fronteras y generó una
matriz cultural que confirió sentido a la cultura universalista que, con
altibajos, los universitarios cultivan desde entonces.
El surgimiento
de los estados nacionales produjo gradualmente la nacionalización de las
universidades hasta que, a fines del Siglo XVIII la Revolución Francesa y los
movimientos acaecidos en Europa continental acabaron con las monarquías
absolutas y consolidaron los regímenes constitucionales.
Los
revolucionarios consideraron a las universidades como una corporación más,
aunque rápidamente el régimen napoleónico la recupera como institución
legítima, con lo cual surge el modelo imperial de universidad, estatalizada y
con una estructura asimilada al tejido burocrático del estado. Los profesores
son funcionarios, las carreras se crean por autorización ministerial y se centraliza el régimen
universitario. Sobre ese modelo se trazan los rasgos que reorganizan las
universidades de las repúblicas latinoamericanas.
Si bien
prefigurada por el funcionamiento internacionalizado de las comunidades
científicas y de investigadores, la reciente y actual internacionalización
surge de la mano de la globalización contemporánea y a partir de ahí se
desarrolla con celeridad.
La evaluación
y acreditación constituye una estrategia específica para garantizar la calidad
de los títulos y de la enseñanza proporcionada por las universidades. Pero, en
términos históricos, hasta 1990 evaluación y acreditación es una especie del
género de los mecanismos nacionales de garantía pública de calidad
universitaria, limitado a los Estados Unidos y Canadá, dónde reviste un
carácter idiosincrásico y, en menor medida,
en otros países del Commonwealth
británico.
Hasta
entonces, la abrumadora mayoría de los estados tenía algún dispositivo radicado
en el ámbito de los ministerios de educación o de los consejos nacionales de
universidades. Los procedimientos formales de tutela que dichas instancias
superestructurales ejercían sobre las universidades como el trámite de
nombramiento de profesores, la
validación y reconocimiento de diplomas y títulos y la previsión y asignación
de las partidas presupuestarias.
Llamaremos a
este tipo ideal “Mecanismo clásico de
garantía pública” sobre la formación académica y los títulos universitarios
profesionales.
El caso de EUA
Pero, en
Estados Unidos, el gobierno federal estaba al margen de la administración de
ese régimen que era, en sentido anglosajón, “público”; es decir gestionado por
la sociedad civil y no oficial. Se desarrolló así, a fines del Siglo XIX, un
sistema de garantía de calidad, dado que
la creación de universidades formaba parte de las libertades civiles y, por lo
tanto, las universidades y colleges ya
establecidos estaban expuestos a incursiones aventureras.
Fue entonces
que, para regular esa posibilidad, las asociaciones regionales de instituciones
de educación superior crearon pequeñas oficinas o agencias e impusieron algunas reglas o estándares para que quienes aspiraban a fundar establecimientos
aplicaran ante esa nueva instancia que podía aceptarlas o acreditarlas, por un lapso de tiempo renovable. Las asociaciones
dispusieron que todos sus miembros se sujetaran al procedimiento. Surgió, en
consecuencia, la evaluación institucional periódica, sin intervención de
organismo gubernamental alguno.
Décadas
después, el público podía saber cuáles universidades no estaban acreditadas y
eludirlas. No obstante, era frecuente que hubiera diferencias importantes entre
los programas de la misma especialidad profesional impartidos en las diferentes
instituciones acreditadas. Por ejemplo, el contenido, extensión y calidad de la
formación en ingeniería solía no satisfacer a la asociación nacional de dichos
profesionales.
Entonces,
ellos hicieron un camino parecido a las asociaciones de colegios y crearon
oficinas o agencias encargadas de exigir que las universidades acreditadas
cumplieran un conjunto de normas o estándares que aseguraran el valor de los
diplomas en lo que hace a las competencias para un desempeño profesional
idóneo. En 1929 se crea ABBET, la primera agencia estadounidense de
acreditación, la de los ingenieros. A partir de ahí los programas no
acreditados siguen existiendo pero quedan en evidencia y no gozan de confianza
pública.
Ya que, en
Estados Unidos, los diplomas universitarios no conceden una habilitación
profesional, la acreditación opera como
un certificado suplementario, que se alcanza mediante un dispositivo
organizativo de bajo costo, surgido desde el ámbito privado ya que los
organismos gubernamentales se encuentran inhibidos para intervenir.
Crisis del Mecanismo clásico
Lo hasta ahora relatado facilita
entender por qué, a partir de l990, casi todos los países que cuentan con
grandes y diversificados sistemas de educación superior van adoptando, no sin
antes adaptarlo a su realidad particular, la Evaluación y acreditación, e
instituyendo, por lo tanto, ese nuevo mecanismo de garantía pública sobre sus
universidades, carreras y títulos.
La
crisis de la administración pública, la desconfianza en sus procedimientos, la
desvalorización de sus prácticas, la ideología sobre el eclipse del estado, por
un lado; la multiplicación de instituciones, el aumento del número de
titulaciones, la masificación estudiantil y docente que desbordaba al mecanismo
clásico de control, por el otro lado, fueron causas y razones que, sumadas a la desinversión estatal y el proceso de
privatización, generaron la sensación de inoperancia y hasta de colapso del
mecanismo clásico de garantía pública.
En los
noventa, la presencia e influencia de
los organismos multilaterales de crédito (BIRF y BID) hizo que el procedimiento
de acreditación y evaluación, incluido como contenido técnico de los préstamos,
fuera una de las vías que lo convirtiera en la pretendida solución a la crisis
de los mecanismos tradicionales. Pero la idea de emplear estrategias de
análisis de la realidad basadas en el juicio de pares y expertos y la
aplicación de técnicas de evaluación participativas para crear conciencia y
promover el cambio en las instituciones provenía, también, de gremios
profesionales, grupos políticos y académicos nacionales.
Ya iniciados
los debates para una reforma legal (1994-1995), se registró en la Argentina una
demanda sectorial para que dejáramos el régimen de orden público y pasemos a
uno de libre iniciativa con control de calidad por parte de agencias privadas.
Esta postura extrema no se impuso en la mayor parte de los países
latinoamericanos y europeos y hoy tenemos una mixtura entre uno y otro sistema, con regímenes
nacionales complejos y bastante diferentes entre sí, en los cuales los clásicos
mecanismos de garantía pública subsisten, combinados con los de nuevo cuño.
El juicio de
calidad sobre la creación de instituciones y carreras y los aspectos más
sustantivos del control oficial son confiados a la Evaluación y acreditación,
puesta a cargo, a diferencia del caso original, de agencias estatales, en la
mayoría de los países latinoamericanos (con la importantes excepciones como
México y, más recientemente, Chile y Perú) y europeos (aún cuando Alemania
también se aparta de la regla).
El comercio internacional
Sobrevino un
momento decisivo cuando la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995, en
la ronda de negociación de Doha,
incorpora la educación superior como uno de los servicios que podían
ofrecerse a la transacción. Con lo cual, los países interesados pueden
proponerlo para el intercambio libre con otras naciones que lo acepten. Esa
novedad institucional provocó la consiguiente alarma en la comunidad académica
a nivel internacional.
Eso convirtió
la internacionalización en modalidad de delivery transfronterizo, es
decir una exportación de servicios realizada por compañías comerciales. A esta
altura, Estados Unidos, Japón y Australia eran activos promotores de este rubro
de negocios; ésta última ya había generado oferta transfronteriza sobre África
y buena parte del Asia y la OMC quería
institucionalizarlo.
La réplica se
produjo en seguida, dada la naturaleza académica de la vida universitaria; en
1998, la Conferencia Mundial de Educación Superior (CMES), respondió con la
declaración de bien público de los servicios universitarios, tocando la
alarma de que el tráfico trajera consigo la pérdida de sentido de la
labor académica. Con lo cual se produjo un movimiento de resistencia y
denuncia.
La OMC,
reconocía que el problema era la garantía que los prestadores privados podían
exhibir frente al público. Lanzada la oferta, el problema era que estas
empresas comerciales disfrazadas de universidades podían producir fraude. Los
episodios de fraude hubieran desprestigiado la actividad, por lo cual se
encontró que la solución era proveerles un servicio de acreditación y exigirles
que lo tomen.
Ahí es donde
el par comercio transfronterizo de servicios universitarios y evaluación y acreditación se conectan. La
evaluación y acreditación administrada por organismos civiles y comerciales que
den un sello de renombre, podía ser el complemento adecuado de la oferta de
servicios universitarios. Unos vendían el producto, otros daban la garantía de
calidad. Esta modalidad funcionó pero en escala limitada, por lo cual si bien
existen, las pocas agencias privadas internacionales de acreditación no
alcanzaron el desarrollo que se temía.
Muchos países,
Argentina entre ellos,, tomaron una posición muy activa sosteniendo
que la evaluación y acreditación no podía entregarse a agencias técnicas sin bandera, sino que debía
ser un resorte de los estados, cada uno de los cuales tenía que ocuparse
fronteras adentro y coordinar sus esfuerzos para generar cobertura
internacional .
Como
resultado, la corriente que postulaba el par oferta privada - evaluación y acreditación privada queda
debilitada, atenuada. Por eso puede decirse que fue eficaz la reacción de
muchos gobiernos y de la comunidad académica en general.
Todavía en 2003, ya con el reingreso de
Estados Unidos a la UNESCO hubo una maniobra en la reunión mundial
denominada París +5 . La corriente privatizadora introdujo el
lema de que la universidad era un “bien
público global”, agregando la palabra “global” a la Declaración de París ´98.
Esto produjo un escándalo, la Argentina
y casi todos los países latinoamericanos, denunciaron la propuesta de
texto final y se levantaron ante la alteración intencionada de un concepto
consagrado cinco años antes en una Conferencia Internacional.
Esta temática
tuvo tratamiento específico en los Global Forum, una arena internacional
convocada por la OCDE, UNESCO y el Banco Mundial, sucesivamente en 2002, 2003 y
2004. Fueron reuniones técnicas de alto nivel para expertos, gobiernos y redes
que consideraron como problema la oferta transfronteriza de servicios
universitarios y su garantía de calidad. Su propósito era emitir
recomendaciones a los estados y organismos internacionales que permitan
alcanzar una solución, ya que, se pensaba, las corrientes de intercambio
privado eran irreversibles e iban a crecer.
Finalmente,
conforman un grupo de expertos, que hace un dictamen ambiguo y transaccional,
pero que en definitiva dice que debe prevalecer la calidad, la sustancia
académica y que los estados deben tomar intervención en el asunto. Con lo cual
la pelota vuelve a los pies de los estados.
Integración y cooperación internacional
Lo importante de todo el proceso
es que la acreditación y evaluación se fortalece como un resorte nacional, con
la doble función de organización interna y de gestar los pasos del
aseguramiento público de calidad ante la oferta transfronteriza. Despejada la
posibilidad de que sea una tarea internacional para agencias privadas, se siguen creando agencias en
países que no las tenían, extendiendo sus conceptos y prácticas a territorios
cada vez más amplios.
En 2002
arranca con fuerza el proceso de evaluación y acreditación internacional. Por
una parte, comienza el Mecanismo Experimental de Acreditación (MEXA), en el
marco del MERCOSUR-Educativo y, por la otra, se crea RIACES, la Red
Iberoamericana de Agencias de Calidad de la Educación Superior. En ambas
instancias de colaboración regional
participa la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación) de
la Argentina.
Aquellas
acciones se orientaban a que los estados que estaban desarrollando sus agencias
se asociaran y pasaran de la escala interna a compartir un orden regional,
sustentado por mecanismos de evaluación y acreditación administrados por
agencias estatales. Esto se dice fácil pero su implementación no lo fue. Se
logró en el MERCOSUR-Educativo ampliado (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile,
Paraguay y Uruguay) ya que se consiguieron establecer normas de calidad
comunes, elaboradas por expertos representativos, en Agronomía, Ingeniería y
Medicina y se aplicaron en autoevaluaciones, seguidas de visitas de comités
internacionales de pares, en 180 carreras de las tres disciplinas
pertenecientes a todos los países.
Fue
una primera demostración de que la evaluación y acreditación como mecanismo de
matriz estatal, podía trascender las fronteras y viabilizar movilidad académica
en la región, con la estrategia de instalar sellos de calidad que pudieran
respaldar la labor de las universidades de estos países frente a otras regiones
y avalar la formación adquirida.
Una vez
evaluado en general muy satisfactoriamente el MEXA en 2006, se pasó en 2008 a
constituir formalmente el ARCU-SUR (Acreditación Regional de Carreras
Universitarias del MERCOSUR), a través de un protocolo suscripto por los seis
presidentes de los países al que, luego,
adherirían Venezuela, Colombia y Ecuador. A las tres especialidades
académicas iniciales se sumaron
Arquitectura, Odontología, Enfermería
y Veterinarias. Se trata entonces de un sistema permanente de
acreditación internacional, con un status jurídico más jerarquizado, aún no
tiene validez de títulos para el ejercicio profesional pero sí crea condiciones
favorables para facilitar esa circulación en un futuro no lejano.
El ARCU-SUR es
una iniciativa prometedora, los países cumplen sus compromisos a través de sus
agencias nacionales, sin crear una burocracia internacional y tratan de armonizar los esfuerzos de las
universidades por acreditar en ambos niveles. Es cierto que, hasta el presente,
se concentra en ese espectro de siete titulaciones profesionales y que carece
de una cobertura completa pero genera una oferta de acreditación para aquellas
universidades que estén ubicadas en el
estrato superior de calidad, de acuerdo a los criterios empleados en la
organización interna de cada país miembro.
Las estrategias de internacionalización
Toda construcción internacional requiere mucha paciencia, constancia,
buscar puntos de coincidencia aún en el desacuerdo. Las experiencias de los
bloques de integración económicas son presupuestos favorables para las alianzas
en materia de política universitaria. Así surge del Proceso de Bologna, una
experiencia avanzada de coordinación entre sistemas nacionales de educación
superior, alcanzada tras sólo una década de esfuerzos que, sin embargo, se
apoya en el suelo institucional proporcionado por la Unión Europea, esa vasta
realidad supranacional amasada en más de medio siglo de concertaciones
económico-comerciales.
Los avances de
política pública internacional, adoptadas por el conjunto de países europeos,
que combinan y complementan sus respectivas soberanías, es un dato saliente del
panorama mundial actual. Pareciera que el previo funcionamiento de los bloque
de integración económica son una buena plataforma, pero no sabemos si son una condición
de posibilidad para el avance en áreas culturales. La exploración del camino
inverso, el adelanto de la integración cultural y social entre tanto maduran
los procesos más estructurales, habrá de ser una ruta interesante pero sin
dudas trabajosa y prolongada.
Para recorrerla es importante reconocer nuestras
características. El principio de vecindad es una realidad: para entrar en las
corrientes de internacionalización los países deben priorizar a su entorno más
próximo, generando condiciones mutuas para acceder con ventaja a los procesos globales. Pero, las condiciones que
cada región presenta son un eje central de cualquier estrategia. Los
latinoamericanos no tenemos el eje Francia-Alemania, dos países contiguos de
máximo porte que deciden solventar los costos particulares de la integración y
convocan a sus pares.
La pareja de
países análoga en nuestra región, Brasil y Argentina, ha devenido despareja. La
magnitud económica, demográfica, de inserción mundial de Brasil ha establecido
una distancia difícil de compensar. En materia educacional Brasil ha avanzado
en las últimas décadas. Sus dimensiones y logros científico-tecnológicos y de
educación superior hacen difícil que sus elites dirigentes contemplen un
esquema de paridad con la Argentina.
Entonces, se
hace conveniente echar mano a otra referencia comparativa: el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN), donde se desarrolló un capítulo sobre
títulos universitarios. Las condiciones allí establecidas por Estados Unidos y
Canadá fueron la acreditación de las carreras para que sean reconocidos los
títulos profesionales en el bloque. Esa exigencia ejerció gran influencia sobre
México, que hizo un gran esfuerzo por acreditar las carreras para que sus
profesionales puedan ingresar al mercado estadounidense y canadiense.
La experiencia
del TLCAN lleva casi dos décadas. El desarrollo de las agencias de acreditación
mexicanas sigue el modelo de fundaciones privadas, especializadas en cada
disciplina / profesión. Hoy en día, constituyen un abanico de más de veinte
instituciones que cubren todo el arco de titulaciones. En un sistema enorme y
muy diversificado, la cantidad de carreras acreditadas crece año tras año.
Pero, el reconocimiento de la validez de los títulos mexicanos por parte de las
autoridades norteamericanas es muy bajo. Hasta hace poco uno solo (Nuevo
México) de los cincuenta estados de la Unión había aceptado algunos títulos
mexicanos acreditados .
Entonces, si nuestra región no se parece tanto a la
Unión Europea sino más a América del Norte, es razonable pensar que podría
haber serias dificultades para que se establezca un sistema de reciprocidades
entre las acreditaciones nacionales en la región o un sistema de acreditaciones
internacionales. Y, en particular, que estas acreditaciones pasen de ser
certificados de movilidad académica para pasar a ser una herramienta de
movilidad profesional; política más ambiciosa
que compromete políticas migratorias, de mercado laboral de los países,
asuntos en que las potencias regionales suelen ser más proteccionistas con sus
vecinos.
La cuestión de los posgrados
La Argentina, a través de CONEAU,
intentó en los últimos años abrir un camino de cooperación para la acreditación
internacional de doctorados y maestrías. Se emplearon dos instancias
disponibles: RIACES y el MERCOSUR-Educativo pero fue difícil convencer a los demás países de la
región. En paralelo se registraron algunos avances en la iniciativa de la
Cumbre Iberoamericana. En el organismo internacional de administración de los
programas de la Cumbre Iberoamericana, la OEI
(Organización de Estados Iberoamericanos) se creó un Espacio
Iberoamericano del Conocimiento dentro del cual aparece la idea de colaboración
en ciencia y tecnología, en postgrado y entre las universidades en general. Un
ejemplo es el programa de becas Pablo Neruda
para posgrados internacionales de la región que cuenten con
acreditación.
Por
convenio con OEI, RIACES llevó adelante durante 2009 y 2010 una iniciativa para
diseñar normas de calidad para doctorados en ciencias básicas, entre todos sus
países miembros. A través de varias reuniones internacionales, expertos
propuestos por las agencias integrantes de RIACES lograron una redacción
satisfactoria. En una siguiente fase se convocó a una acreditación experimental
de doctorados en ciencias básicas, incluyendo la visita de pares y el dictamen
correspondiente. No fue fácil encontrar interesados en aquellos países donde el
ejercicio podía fomentar la nueva función y generar un efecto demostración.
En
realidad, los países más pequeños o con menor grado de desarrollo académico
relativo cuentan con pocos programas de ese tipo, la prioridad de sus agencias
se centra en los programas de grado y, al parecer, los grupos académicos se
articulan por sí solos con diversos centros en los países centrales. Las
condiciones para la colaboración académica horizontal y en red entre países de
la región no están maduras todavía. Ese es un ámbito en el que habría que
preparar el terreno mediante contactos y sensibilización de los potenciales
interesados.
Por otra
parte, en las relaciones de cooperación América Latina – Europa no siempre hay
buena sintonía. Los europeos están ocupados en su propia construcción regional.
Y, a la vez, enfocados en la absorción de los países del Este. Con excepción de
España, para el común de los países europeos Latinoamérica no es prioridad.
En cuanto a
Brasil, la CAPES (Coordinación de Perfeccionamiento del
Personal de Educación Superior) es la agencia de acreditación y financiamiento
del desarrollo universitario y científico más antigua de la región. Creada en la década de los ´50, lleva
varias décadas de actuación y adquirió mucha influencia y prestigio. Tal vez
por eso y por el gran peso relativo del nivel de posgrado brasileño en la
región, la política internacional de CAPES no se presenta como amigable con la
cooperación regional de carácter horizontal. Sus esfuerzos se dirigen más bien
a establecer relaciones radiales con los demás países.
Lo anterior no
implica que la acreditación y evaluación internacional de los posgrados en la
región no sea posible. La cooperación argentina debiera cultivar con la mayor intensidad posible la relación
bilateral con Brasil. Pero, también orientarse al resto de los países hermanos,
entre los cuales es preciso crear conciencia de la necesidad de acciones
colectivas que nos unan y que, al mismo tiempo, permitan establecer un diálogo
multilateral con Brasil en pos de vínculos equilibrados a nivel regional. Hay
concertaciones que bien pueden establecerse y herramientas que pueden ensayarse
pero, por cierto, habrá que sobrellevar diversos inconvenientes.
Como se
advierte, los procesos de integración regional son trabajosos. La perspectiva
es de un progreso lento, cuya continuidad requiere contribuciones sostenidas.
Sin embargo, corresponde aclarar que la
evaluación y acreditación no es el único vector para la integración
internacional en materia de postgrado. Las movilidades, por ejemplo, son
alentadoras y, tanto para profesores como para estudiantes, pueden funcionar
bien aunque en un punto de su desarrollo habrán de demandar el complemento de
los procesos de acreditación y evaluación.
Breve conclusión
Creemos que estas páginas pueden
contribuir al conocimiento y la reflexión sobre ciertas circunstancias
históricas que marcaron el contexto de surgimiento y la evolución tanto de la
Internacionalización como de la Evaluación y acreditación. Ambos rasgos se
cuentan entre los que se han vuelto característicos de los sistemas nacionales
y las universidades del Siglo XXI. A la vez, aunque cada uno de ellos tiene una
filiación y una entidad independiente, las prácticas indican que tienden a
conectarse y favorecerse uno al otro.
La
etapa de innovación, modernización y crecimiento acelerado que atraviesan las
universidades latinoamericanas en la actualidad, no exentas de incertidumbres,
peligros y tropiezos, está signada por un expectativa esperanzada, la de ayudar
a la democratización y al desarrollo económico-social de nuestras sociedades,
otorgando un sentido a su unidad regional.
En
esa perspectiva, la Internacionalización y la Evaluación y acreditación son
objetos de reflexión, campos de experiencia y, también, herramientas entre
otras de una política pública que radica en cada uno de los estados pero que por
momentos los desborda y, por lo tanto, hace aconsejables los proyectos y
acciones colectivas de todos ellos para protagonizar con sus propios contenidos
el mundo globalizado.
3-7-2011
[1] Varios de los temas aquí
mencionados reciben un tratamiento más extenso y fundamentado en “STUBRIN;
Adolfo: “Calidad Universitaria. Evaluación y acreditación en la educación
superior latinoamericana”, en particular el Cap. I: “Los mecanismos nacionales
de garantía pública de la calidad en el marco de la internacionalización de la
Educación Superior”; Cap. II: “El mecanismo experimental de Acreditación del
MERCOSUR, Bolivia y Chile (MEXA)”; y el Cap. VI: “Cuadro de situación sobre
movilidad académica y circulación de profesionales en América Latina”, EUDEBA /
Ediciones UNL, Santa Fe (RA), 2010.
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